Con un ritual íntimo y milenario, los japoneses muestran con orgullo su identidad cultural a través de la toma de esta reconfortante bebida.
Japón es un destino envuelto en un halo de misterio que mantiene en perfecto equilibrio sus tradiciones más milenarias con una tecnología de vanguardia. El apartado tradicional de esta interesante cultura es extenso y muy rico en matices, con una identidad muy marcada y reconocida en todo el mundo. Uno de sus rituales más íntimos ha pasado de generación en generación sin desdibujar su esencia y continua a día de hoy simbolizando, como lo hacía siglos atrás, el espíritu puro de su propia pasado: la Ceremonia del Té japonesa.
Un regalo de la vecina China
El té llegó a Japón en torno al siglo IX a través de los monjes budistas de China que se desplazaron hasta el país nipón y comenzaron a cultivar esta planta en el territorio. En poco tiempo, la infusión ganó importancia dentro de la cultura japonesa y pasó de ser una bebida con finalidades medicinales a servirse a diario en los hogares de Japón.
El nuevo status del té fomentó la creación de una ceremonia que se llevase a cabo durante la preparación, el servicio y la posterior toma de la bebida. Los japoneses abrazaron el concepto propio Ichi-go Ichi-e, que se puede traducir como «atesorar el momento por si nunca vuelve a suceder», para el ritual fundamentando todo el proceso con este sencillo principio.
La importancia radica en los detalles
Una ceremonia del té japonesa no ocurre en cualquier lugar ni tampoco de cualquier manera. El espacio donde se realiza tiene que ser íntimo a la vez que seguro y que este ha de tener una conexión con la naturaleza, por ello el lugar más habitual para llevar a cabo el ritual es una habitación de la casa que conecte directamente con el jardín a través de una puerta o ventana.
Los japoneses le dan especial importancia a la sencillez y al respeto, dos conceptos que están presentes desde los primeros instantes de la ceremonia. Un detalle que lo corrobora es la manera de entrar a la instancia ya que esta se encuentra a baja altura para que el invitado entre en ella mediante una reverencia, o incluso de rodillas, en honor a su anfitrión.

Protagonistas a escena
Como es habitual en la ceremonia del té, todos los elementos son elegidos por una razón y tienen una misión. Lo es el escenario, la entrada al mismo y también los utensilios con los que se realizará la toma de la infusión, tratados en todo momento con sumo respeto ya que adquieren un estado cuasi sagrado.
Estos elementos van a protagonizar el ritual preparatorio del té y sus nombres y finalidades son los siguientes:
Que de comienzo la ceremonia
El primer paso de la ceremonia consiste en entrar al tatami, el espacio de la casa sobre el que se llevará a cabo el ritual. Está prohibido pisar el tatami con los zapatos de calle, por lo que se entra totalmente descalzo para no ensuciar el escenario. En el interior, lo primero que se realiza es una reverencia al anfitrión en señal de respeto, Acto seguido, se adoptar la conocida postura seiza ante él y se esperar a que considere oportuno iniciar la ceremonia.
El anfitrión da comienzo a una limpieza metódica de los diferentes útiles que va a necesitar a lo largo de la ceremonia y los reparte de una determinada manera a su alcance. Una vez terminada la limpieza, espolvorea una cantidad concreta de té en el interior del cuenco (Chawan) y le añade agua muy caliente. Tras dejar unos segundos de reposo, hace uso del mezclador (Chasen) para homogeneizar el agua y el té hasta que el color se convierte en uno. Es entonces cuando el té está listo para servirse.
El anfitrión no sirve el té de una manera cualquiera. Este analiza el cuenco hasta encontrar el motivo más bello, que suele consistir en una filigrana o dibujo que destaca en el objeto, y lo dirige hacia el invitado mientras le ofrece la bebida. Es entonces cuando el invitado acepta el cuenco, pero debe giralo para no beber por el mismo lugar en el que se encuentra el detalle ya que, según la tradición japonesa, la parte más sucia del cuerpo humano es su boca y esta no debe mezclarse con la parte más bonita del recipiente.
Con suma delicadeza, el invitado bebe el té con unos tres o cuatro sorbos y deja el cuenco en el suelo. En ese preciso instante, el anfitrión toma la decisión de ofrecer un segundo té o dar por finalizada la ceremonia y comenzar con la limpieza metódica de todos los útiles que ha necesitado.


La identidad por bandera
La existencia de este ritual deja claro que la Ceremonia del té japonesa va más allá de tomar una simple bebida caliente. Este milenario ritual es la expresión misma de la identidad cultural japonesa, una que está protagonizada por conceptos tan puros como la serenidad y la armonía.
A través de un absoluto respeto por todo aquello que nos rodea y desde una forma de vivir la vida que se fundamenta en disfrutar del presente, del ahora y no atribularse con las malas experiencias del ayer, el japonés hace de algo tan rutinario como beber té toda una experiencia. Si alguna vez tienes la suerte de recibir una invitación para tomar el té en Japón, acepta, ya que es uno de los mayores regalos que puede experimentar un viajero a lo largo y ancho del continente asiático.
